jueves, 11 de febrero de 2010

Camino a Monterrey XXXVII (últimos capitulos)

Ese día no me despegué de la cama de mi querido José, lo había encontrado, y no quería separarme de el, no volvería a perderlo, pero sentía una tensión en la casa, murmullos fuera del dormitorio, gente trabajando en aquella granja, estaban muy cerca, los corrales de los animales, no importaba nada, todo aquello me parecía una maravilla, estaba experimentando un elíxir de gratitud, con la vida, con el cielo, con las montañas, con los animales, todo a mi alrededor era felicidad, tanto que me había olvidado de mi camarógrafo.

Una vez mas el móvil, me devolvió a esa otra realidad.

_Janet, donde estas, te he estado llamando el teniente un tal Javier, ha venido a buscarte al hotel, me dijo que era importante que vendría esta tarde.

_si, yo voy y ahí te lo explicare todo, por favor, no le digas nada, que no sabes a donde me fui.

_pero si esa es la verdad, no se donde narices estas, mira mejor será que estés aquí para cuando ese teniente regrese, no me gusta como me habla.

_yo estaré ahí, vale

A hora que quería Javier, no podía dejar que se enterara de que José, estaba con vida, tenia que pensar las cosas, nadie tenía que saber que lo tenia aquí, con vida.
Apenas podía comer, y casi no me reconocía, le tomaba la mano, le hablaba, pero no le llamaba ni Ramiro ni José, me invente un nombre algo mas norteamericano. Lo llamaría Stewart.

Tenía que volver al pueblo, pero no podía bajar en la camioneta, si alguien me veía bajando con ese coche, en un instante darían con el paradero de José.
Tenia que bajar a pie, y era un camino muy largo, en cuanto vi., que José ya estaba mejor, lo deje durmiendo, y me dispuse a salir al pueblo.

_señorita coma algo, no ha comido nada desde ayer. Me decia la dueña de casa.

_es verdad señora, no me había fijado, pero a hora que lo dice usted, tengo hambre.

_pues vengase ala cocina señorita, le mandare a servir algo.

Era la primera vez que entraba en la cocina de aquella finca, un fogón muy grande desprendía un olor a pan recién horneado, mis intestinos comenzaron a rugir por dentro.

Me senté en una banca, cubierta de mantas multicolores, había más de 3 mujeres en la cocina, todas ellas muy amables, mirándome y sonriéndome al mismo tiempo. Una que parecía era la jefa de todas, las mandaba a seguir con sus labores.
Mientras me traían un plato repleto de cancha tostada, la otra me ofrecía un café, luego me sorprendieron con un plato enorme de caldo de cabeza. Hasta una orejita pude ver en el plato, mucha carne, mote, mondongo, culantro picado y orégano, le daban a ese caldito un aroma especial.

Cuando empezaba a comer, entro en la cocina la hija de ellos, la muchacha estudiante de enfermería. Me miro, desvío la mirada, y le dijo a su madre:

-Yo comeré afuera.

A lo que la madre respondió en quechua. Algo que no entendí. Pero por el tono, no gusto nada a la jovencita. Me sentí que estaba siendo una situación incomoda, tendría que llevarme pronto a José de aquel lugar, pero a donde, mientras me comía el caldito, pensaba a donde me llevaría a José, a donde ¿??