lunes, 21 de agosto de 2017

ACOSADA





Esa mañana Agatha se despertó incluso antes de que sonara su despertador, el pequeño Gabriel no había dejado de llorar toda la noche por lo que apenas pudo dormir un par de horas. Mientras miraba impaciente por la ventana, que daba a un aparcamiento desde el que podía mirar su viejo Chevrolet, ya se impregnaba la cocina con el olorcito del café que estaba ya en ebullición, se lo tomaría  se dijo, y ya tenía  la  maleta de Gabriel preparada para llevarlo a casa de su amiga Soledad  donde le dejaría debido a que tenía que estar muy temprano en una cita de trabajo, estaba nerviosa,  era la primera vez que la llamaban para una entrevista, puedo hacerlo se repetía una y otra vez.
Dejó a su hijo sobre las 8.30 en casa de Sole, y fue directa a la dichosa entrevista, donde la asistenta la llamó por su nombre: Agatha Gordillo González.
Se levantó muy despacio, sonrió suavemente y avanzó con paso decisivo hasta la puerta.
Después de 20 minutos salió un poco desanimada, nerviosa y contrariada, todas las demás personas que ahí esperaban su turno no pudieron evitar pensar en qué le había pasado a ella, por qué salía de esa manera de la oficina. Nuevamente la asistenta salió y llamó al siguiente aspirante, parecía que todo volvía a la normalidad. Agatha ya estaba fuera del edificio, respiró hondo y buscó un cigarrillo, necesitaba fumar, sus nervios iban en aumento, no lograba encontrar el encendedor, pero una persona que la había visto salir, le ofreció fuego.
Ella miró al hombre que le ofrecía el mechero, apenas podía sonreírle en agradecimiento, él la miro y al ver que estaba muy nerviosa, le dijo:
- ¿Estás bien? Necesitas algo.
-No gracias -respondió ella-, estoy bien, se me pasará.
El hombre se fue dejándola atrás pero aun así se quedó preocupado por ella. Agatha se giró para ver a donde se dirigía el hombre y pensó en lo amable que fue, al verlo entrar a la empresa de donde ella había salido, se imaginó que quizás sería uno más de los que hicieran esa entrevista.
Se fue a recoger al pequeño Gabriel, se miró en el retrovisor, vio su semblante e intento sonreír. Buscó su móvil y vio que tenía un whasttpat donde le decía que llevaría a Gabriel al parque toda la mañana, que después lo dejaría  en su casa por la hora del almuerzo, gracias a eso Agatha tenía toda la mañana para arreglar un poco su piso. Aunque no era muy grande Gabriel ya movía todo y estaba recogiendo todos los juguetes.
A mediodía Soledad y Gabriel llegaban muy animados
Almorzaron juntas, el pequeño Gabriel después del almuerzo se quedó dormido del cansancio, y  ya en la cocina lavando los platos Soledad se acercó a Agatha, y la miró fijamente.
- ¿Qué tienes amiga?, No me has contado nada sobre la entrevista.
- Fue bien, creo que tengo posibilidades que me den el trabajo.
-Que bueno, entonces ya casi tienes trabajo.
-Imagino que sí.
Cuando termino de decir esta frase, escondió su rostro para que su amiga no la viera llorar. Pero Soledad conocía perfectamente a su amiga.
-Cuéntame todo -le dijo muy seria.
Agatha no pudo aguantar más y comenzó a contarle a Soledad como había sido esa entrevista.
- Ese hombre me dijo que había visto mi currículo y que mi foto le gustó mucho, por eso me seleccionó, cada vez que  hablaba se acercaba más a  mí, me hablaba  por detrás de la oreja, muy bajito, casi como susurrando, me ponía muy nerviosa, yo estaba  sentada y él me dijo que caminara unos pasos, para verme, yo hice lo que me pedía, se sentó en el filo de su escritorio, y desde ahí me contemplaba, luego se volvió a acercar y me dijo que le gustaba que su personal femenino, sea muy colaborador con él, que el trabajo estaba muy bien remunerado por lo que muchas mujeres deseaban este  empleo. Me decía que tenía suerte que él se hubiera fijado en mi fotografía, que yo tenía una carita muy dulce, que fácilmente podría colocarme en las oficinas centrales, donde estaría más cómoda, y tener más beneficios extras.
Soledad estaba cada vez más indignada con lo que le estaba contando, Agatha estaba avergonzada, los ojos vidriosos, y siguió relatando como el hombre la había convencido.
-Yo tengo necesidades, tengo que dar de comer a Gabriel -dijo con lágrimas en los ojos, era una buena oportunidad para comenzar un trabajo.
Soledad que intuía que algo más había pasado, la abrazo y le dijo.
-No tienes que trabajar ahí, no vayas más a esa empresa.
Agatha le siguió contando como ese hombre cada vez se le insinuaba más, se acercaba ella y permitía que él la tocara. Comenzó tocándole las manos, ella temblaba, pero necesitaba ese trabajo. Él se aprovechó de su condición de poder, para coaccionarla, ella solo se dejaba manosear por él, dándole asco su olor a tabaco, sus manos regordetas friccionándolas y el sudor chorreándole por la frente, su perfume se mezclaba con el olor de sus axilas, y Agatha, que ya no soportaba más, le dijo que parase.
Soledad en silencio y con los ojos abiertos… preguntó; ¿Y qué pasó entonces?
-No paró, no se detuvo, me dijo que no podía hacer que él se excitara conmigo y luego dejarlo así. Me agarró las manos fuertemente y me llevó a otra habitación, yo no sabía si gritar, no sabía ya que hacer, me metió en el cuarto de los archivos, la puerta era de hierro, muy gruesa, cerró por dentro y me violó, y yo me dejé, por miedo al escándalo. Mientras me violaba, me decía que el trabajo era mío, que yo sería suya siempre que él quisiera, que me dará todas las horas disponibles que quiera para cuidar a mi hijo, que tendría una bonita oficina. Y cada vez que me penetraba me seguía ofreciendo más cosas. Me amenazaba diciendo que no solo él quedaría mal, sino que se encargaría que nadie me diese trabajo en ninguna empresa, que acabaría con mi reputación.
Cuando terminó de decir esto, no aguanto más, y lloró como una niña acurrucándose en el regazo de su mejor amiga, que no dijo nada, solo la consolaba, sin decir palabra alguna.
Después de  casi 6 meses, Agatha estaba  contenta, su situación económica había mejorado, tenía a su pequeño Gabriel en una guardería cerca al trabajo, como le había prometido aquel hombre, siempre que deseaba salir de trabajo, por cualquier tema relacionado  con su hijo,  se lo concedían. Estaba instalada en su nueva oficina, el precio a pagar por toda esa comodidad parecía ya no importarle, cuando llegaba su jefe se erizaba   por completo, temblaba como un arlequín y le daban punzadas en la nuca, un escalofrió recorría su medula espinal, hacía mucho tiempo que no lo había visto, ya habían pasado 2 meses desde la última vez que él hiciera uso de sus derechos con respecto al pacto que tenían. Esta vez él venía alterado, al parecer los negocios no marchaban bien y habían tenido complicaciones con las ventas, la miró y dijo:
-Esta vez quiero que me acompañes a un hotel -le acercó una tarjeta y se marchó.
Eran las 9 de la noche, ella estaba en el bar del hotel esperándolo, llevaba puesto un vestido rojo, maquillada sutilmente, cuando apareció su jefe, lo que a ella le sorprendió es que no estuviera solo, estaba con él un hombre alto, algo mayor bien vestido, ella se quedó helada al verlo, sentía que le subía la sangre a la cara, los tres cenaron en el hotel, ella pensó que solo era una cena de negocios, y así parecía. Durante toda la velada comentaron la posibilidad de iniciar los negocios con una empresa alemana que representaba ese hombre, ella solo sonreía sin dar opiniones, su papel en ese momento era de brindar acompañamiento y mostrarse dulce y bella.
El hombre se levantó de la mesa se fue al baño, y su jefe aprovechó para comunicarle lo que ahora tendría que hacer.
-Es importante que este hombre firme con nosotros este contrato, mejorará enormemente las ventas, y tendremos una sucursal en Alemania. ¿Qué te parece? -le preguntó.
-Si, muy bien, me parece fantástico -dijo ella, algo tímida.
-Esta noche debes tratarlo muy bien -dijo él.
A Agatha le cambió el semblante, lo miró y negó con la cabeza.
- NO, no puedes hacerme esto.
Él la volvió a mirar y le dijo:
-Que más te da, un hombre que otro hombre, mañana verás como no ha pasado nada. Acaso me vas a decir que lo haces conmigo por amor…Esto es un negocio como lo es tu pacto conmigo… el pequeño Gabriel ya tiene edad para ir al colegio, y no quiero que su madre se quede sin trabajo -se levantó de la mesa e insistió- no olvides tratarlo bien, mañana me llamará para firmar ese contrato. Eres muy guapa.
Y se fue, dejando a Agatha sentada en la mesa.
Al día siguiente su hijo Gabriel estaba a su lado en la cama, jugando con su dinosaurio mientras ella lo miraba, no quería pensar en lo había hecho, no tenía ganas de levantarse de la cama, ni deseaba atender a Gabriel, quería quedarse en la cama todo el día, agarró su móvil y llamó a su amiga, como siempre Soledad acudía a ella cuando Agatha la necesitaba.
-Hola Soledad, no me siento bien, podrías llevarte a Gabriel todo el día, estoy enferma.
Cuando llegó Soledad la miró con mirada acusadora, no quería decir nada, veía en la mirada de Agatha mucho dolor. Agarró la mochila de Gabriel y le dijo:
-Vámonos nene, dejemos a la mami descansar -la miró y le dijo muy bajito- ¿Cuándo acabarás con esto?
Sabía muy bien que Soledad tenía toda la razón, ya era demasiado, tenía que ponerle fin, estaba decidida, dejaría el trabajo si fuera necesario. Con la decisión tomada empezó a mirar nuevas ofertas de trabajo, pero nadie le ofrecía todos los beneficios y comodidades a las que se había acostumbrado
Ese día, lunes, fue la primera en llegar a la oficina, cosa que era habitual, pero esa mañana algo era diferente.
Cuando entró a la empresa, vio que había mobiliario nuevo, los viejos muebles de la oficina los estaban subiendo al camión, ahí estaba Juan Cisneros, su jefe, en cuanto la vio, se acercó, la agarró del brazo y le dio una palmada en las nalgas. Ella se quedó inquieta estaban los hombres de la mudanza, se sorprendió que  Juan le diera esa palmada.
-Te felicito, ha quedado tan complacido que ha mandado todo esto para ti, me acaba de llamar y me ha pedido que te dijera que eres fabulosa. Vendrá a firmar los contratos, ya podemos hablar de un ascenso Agatha. ¿Qué te parece Coordinadora Protocolar en Asuntos Exteriores? Suena muy bien
Agatha se quedó de una pieza sin saber cómo reaccionar.
-Tranquila mujer, yo confió que saques adelante tu trabajo, además eres muy buena en lo que tú ya sabes, ya veo a los socios de Japón y EE. UU firmando contratos con nosotros. Además, tu sueldo se incrementará un 20 %, es una importante cifra, más beneficios por viaje puesto que viajarás mucho, visitarás nuestras otras empresas en toda la península. Y si deseas de vez en cuando podrías llevar al pequeño Gabriel, si mientras trabajas lo cuida una niñera. ¿A qué es fantástico?
Agatha llena de furia en la mirada se acercó a Juan Cisneros y sin decirle palabra alguna le dio una cachetada, luego con lágrimas en los ojos, le dijo:
-No soy tu puta, no aceptaré este trabajo, y no volverás a tocarme ni a coaccionarme. Eres un asqueroso desgraciado que he permitido que me manipulase, te a provechaste de mi condición económica para degradar mi dignidad, me has humillado, me has denigrado y ni siquiera puedo decirte que te voy a denunciar.  Acepto mi culpa, pero a partir de hoy, nunca más me volverás a tocar, si lo haces, te juro que no me va importar nada y contaré todo a la policía.
Salió corriendo de la empresa y ese día ya no volvió más.
Pasaron unas semanas, Agatha seguía en su puesto, en su oficina, ahora decorada con un estilo más moderno, y Juan Cisneros no había ido a molestarla, ni le había vuelto a decir nada, ya no se dirigía a ella, Agatha comenzó entender que su situación laboral había cambiado.
Ahora siempre tenía mucho más trabajo sobre su escritorio, tenía que entregar informes, hacer balances, los cuales se los exigían en menos tiempo, ya no le concedían tiempo libre para ir a ver a su hijo, en definitiva todos sus privilegios habían desaparecido, le descontaban la mínima tardanza, y su salario demoraba en ser ingresado hasta en 15 días, aun así, ella seguía buscando alguna otra oferta para poder dejar ese trabajo. Había ido a unas entrevistas, pero al parecer Juan Cisneros, daba cuenta de ella en cuanto le pedían de detalles de su trabajo.
También en la empresa Agatha podía sentir las miradas y las risas a sus espaldas, los demás compañeros se empezaban a burlar de ella, las mujeres eran las más crueles con ella, se sentía sola, sin amigas ni compañeras, sentía que todos estaban en su contra, para la hora de comer lo hacía siempre sola, todos los demás preferían ir a otro bar, y cuando la veían llegando, se retiraban.
Estaba cansada de la situación, se había convertido insoportable, pero al menos ya ese hombre, no volvería a tocarla.
Una noche cuando se quedó a terminar un informe, salió muy tarde, y cuando ya se  iba a su casa, vio a Juan Cisneros, se escondió en su oficina, para que él no la viera, pero no estaba solo, una mujer estaba a su lado, por lo que los observó sin que ellos se dieran cuenta de su presencia, y vio como él le metía mano, le levantaba la falda, mientras ella solo se dejaba, sin decir palabra alguna.
Era como verse a sí misma, cuando fue la primera vez, no sabía si interferir, no sabía qué hacer, sabía perfectamente como acabaría, pero calló, aguantó la respiración, y se fue por la puerta de emergencia.
Al día siguiente mientras ella seguía con sus problemas diarios veía como la nueva, era consentida con privilegios que antes era de ella, miró a su alrededor, y vio como sus compañeras la miraban con miradas acusadoras, bajo la cabeza,  entendió que todos ahí sabían perfectamente cómo se habían ganado esos privilegios, que todos ahí sabían lo que ese hombre les hacía en la intimidad y sintió vergüenza.
Ese mismo día cuando salió al bar a comer, se encontró a la nueva sentada sola, todos los demás le hacían lo mismo que a ella, se compadeció de su situación y quiso hablar con ella. Sin decirle nada acerca de lo que estaba pasando, se sentó a su lado, e intentó ser su amiga, al menos ella no comería sola ese día.  Así cada día, Agatha fue conociendo a Susana, se hicieron buenas amigas hablaban de todo, menos de Juan Cisneros, ambas parecían no querer tocar ese tema, aunque Agatha sabía muy bien lo que pasaba.
Un día llegando al trabajo, dando mil vueltas para aparcar, ya no tenía el privilegio de aparcar dentro así que estaba dando vueltas y vueltas, un coche salía, pero Agatha ya llegaba muy tarde, le descontarían pensó, estaba nerviosa, así que en lugar de esperar que el otro coche saliera, piso el acelerador, y sin querer, le dio por detrás.
El choque fue fuerte, Agatha se quedó sentada en su coche sin saber qué hacer. El otro conductor se bajó, se acercó a Agatha.
Él ya la había reconocido, pero Agatha no se dio cuenta que era aquel hombre hace 1 año, el día de la entrevista.
-Discúlpeme contactaré con mi aseguradora enseguida. Si me da sus  datos…
- Tranquila no fue nada.
Agatha se fue dejándole su tarjeta para que la llamara, ya tenía demasiados problemas en el trabajo, cada día tenía nuevas novedades y estaba cansada, su jefe se las arreglaba para hacer que su trabajo fuera un infierno, y ella lo sabía perfectamente, no sabía cuánto tiempo podría soportar esa situación, encima los demás compañeros del trabajo cuando la miraban, se le insinuaban, o se burlaban de ella haciendo bromas obscenas, se sentía atormentada, cuando va a parar pensó.
Cuando por fin llegó a su oficina, encontró una notificación de despido, por reiteradas faltas injustificadas, que eran de fechas anteriores cuando ella aún era la amante de Juan Cisneros, con ese despido no tendría derecho al paro, su mundo se le vino abajo.
Fue derecha a la oficina de Juan, todos los demás en la oficina la seguían con la mirada, entró hecha una furia y empujó la puerta de una patada, estaba realmente iracunda, el sillón de Juan estaba de espaldas con la vista hacia los cristales. Ella enfurecida, se acercó con fuerza, dio vuelta al sillón y ya tenía preparada la mano para lanzarle a Juan una bofetada, cuando el sillón termino de voltearse se paralizó al ver que quien estaba sentado en el sillón, no era Juan, era…
-¡Tú! ¿Qué haces aquí?  -dijo- No entiendo que haces tú aquí, pero dime que está pasando. ¿Dónde está Juan?
Se puso en pie, la miró y con calma le explicó.
- Juan no podrá volver a hacerte daño. He sido yo quien te ha extinguido ese contrato, Agatha sé que aún no me conoces y no confiarás en mí, pero yo te prometo que aquí nadie se volverá a burlar de ti.
Agatha no sabía que decir bajo esa mirada, estaba muy nerviosa, se sentó y empezó a temblar, no quería ni mirarlo a los ojos, apenas balbuceaba.
- Pe pe, pero…
Él comenzó hablar.
-Te conocí hace un año cuando saliste de una entrevista de trabajo, quizás no me recuerdes, te ofrecí fuego, te vi muy nerviosa, ya teníamos una denuncia anónima contra Juan Cisneros, pero no podíamos actuar hasta no reunir pruebas suficientes. Desde ese día estoy detrás de él, juntando pruebas, adjuntando toda la información posible para poder sustituirlo, y hace unos días una mujer volvió a llamar, contó todo cuanto este hombre le había hecho hacer, su situación es muy crítica y está siendo atendida.
- ¿De quién hablas?
-Susana nos llamó, él la golpeó porque ella se negó.
Cuando escuchó esto, no pudo más y se puso a llorar
José se acercó a ella y le ofreció un pañuelo.
-Cálmate, estoy al tanto de todo cuanto te ha hecho a ti.
Agatha lo miró con vergüenza.
- Lo sabes, ¿cómo lo sabes?
-Teníamos que reunir pruebas por lo que decidimos colocar cámaras ocultas por toda la empresa, y el representante de Alemania, es nuestro hombre, por eso no te pidió nada, solo teníamos que comprobar si tu participación era voluntaria, si estabas confabulada con él.
-Por eso aquel hombre no me tocó en toda la noche, y no insistió ni me obligo a nada, por eso solo me acompañó a mi casa, pero porque al día siguiente envió todos esos regalos.
-No fue él, fuimos nosotros para que Juan no sospechara que no había pasado nada en el hotel. Agatha tendrás que denunciar a ese hombre, si no nada podemos hacer. Ahora está destituido, por el momento, pero lo que te hizo a ti, se lo ha hecho a otras mujeres, y nadie denuncia, por eso no podemos pararlo, siempre se libra.
Agatha negó con la cabeza: No, no puedo denunciarlo, yo también acepté ese trato de favor, me beneficié de esa situación.
-Pero estabas siendo coaccionada, nadie debe hacer eso, nadie debe tratar así a las mujeres, ayúdame. Ayúdame a encerrarlo, pero solo tú puedes decidir qué vas hacer, este fin de contrato es para hacerte reflexionar.
-No me despidas por favor.
-No te voy a despedir Agatha, pero tenemos que renegociar tu nuevo contrato. Te enviaré a otra oficina, el horario será de menos horas lo que quiere decir que ganarás menos, lo que ganabas no era lo correcto. Si no lo aceptas, te hará un despido por fin de contrato, para que puedas acudir a la oficina de empleo.
Agatha lo miro y le preguntó si lo del accidente de coche también estaba dentro de esta trama, a lo que él especificó que ese golpe no estaba pensando, por tanto, tendría que pagar la reparación de su coche.
José sonrió y Agatha, por fin, se reía con ganas después de mucho tiempo. Él se acercó a ella y le dio la mano.
- ¿Qué dices, aceptas trabajar conmigo?
-Hoy es viernes, puedo pensarlo hasta el lunes  y volvió a sonreír hecho que provocó que se le formara un hoyuelo en el rostro y esta vez tenía la mirada iluminada, estaba contenta- Quisiera estar este fin de semana con mi pequeño y mi mejor amiga, creo que les debo un finde de vacaciones. Y ya el lunes si aún deseas trabajar conmigo, me reincorporaré.
José la miró y le hizo un gesto de complicidad.
-Piensa todo lo que te he dicho Agatha, Juan Cisneros no puede quedar impune ahora tú tienes la solución y no estarás sola, aunque él diga lo contrario yo creo en ti y juntos acabaremos con este tipo de personas que solo se aprovechan de la condición de poder que tienen sobre los demás.
Agatha lo miro y dijo muy bajito:
-Quizás la que salga mal librada sea yo, él tiene dinero, buenos abogados, y yo no tengo nada. Tengo miedo y vergüenza, tengo pánico a todo lo que se me viene encima, no solo puedo pensar en mí, tengo un hijo y algún día se enterará que su madre se vendió.
-Lo entiendo, no volveré a pedírtelo.
José la dejó tranquila, y salió de la oficina para que pudiera calmarse y se tomase un tiempo para reponerse.
Pasaron casi 6 meses, Agatha estaba tranquila, es verdad que el suelo era mucho menos, que no tenía privilegios ni mucho menos, pero se sentía por fin que encajaba, sus compañeros de trabajo la estimaban y nadie sabía nada de lo que ella había pasado. Parecía que todo estaba marchando bien, cuando vio el periódico, estaba la fotografía de Juan Cisneros y otra vez volvía el miedo que solía tenerle, no podía ni siquiera leer el periódico, Salió corriendo del bar, estaba sudando frío, temblando y algo contrariada, no quería saber nada, pero la curiosidad fue mayor, así que se dirigió a la oficina del administrador, sabía que ahí encontraría el periódico, y lo leyó. Cuando termino de leerlo, se puso a llorar.
Todo había regresado otra vez a su vida, nuevamente los temores, las sensaciones de pánico, pero esta vez no podía escapar, esta vez tenía que tomar una decisión, tendría que enfrentar su pasado, y sabía que todo cambiaría, que volverían las miradas, los chismes a sus espaldas, las bromas obscenas, que volvería a estar presa del pánico y las pesadillas, pero ya no podía escapar de ninguna manera de su destino, tenía que asumir sus responsabilidades, y esta vez no daría la espalda a Susana.
En cuanto entró su jefe, ella muy temerosa empezó a contarle todo cuanto había vivido, desde el primer día de la entrevista, no lo miraba a los ojos por vergüenza, poco a poco iba relatando su encuentro con Juan Cisneros, sus ocasionales encuentros en la oficina, y le confesaba con lágrimas en los ojos que ella era culpable de esa situación, hasta que un día no pudo más y puso fin a esa relación de poder que el ejercía sobre ella, contó también como la habían tratado los  compañeros  de esa agencia, y como había visto a Susana ser tratada por ese hombre, como la mujer estaba también en situación de vulnerabilidad, que era verdad  lo que ella contaba, que ahora él se encargaba de desprestigiarla, y que esa misma suerte  correría ella si denunciaba a Juan, por eso motivo, no quiso hacerlo en su momento.
Entonces levantó la mirada y miró a su jefe a los ojos y le dijo:
-No me esconderé más, por eso quiero pedirle unos días, tengo que intentar ayudar a Susana, no la dejaré sola.
El jefe después de escucharla, se puso a su lado y le dijo:
-Eres una mujer valiente, cuenta conmigo, cuenta con todos tus compañeros, siempre te hemos invitado a quedarte a nuestras reuniones, recuerdas.
-Sí, pero pensé que eran reuniones sociales. Por eso no nunca me quedaba.
-Quédate esta tarde, luego del trabajo, te vas a sorprender.
Más tranquila siguió trabajando hasta las 7 de la tarde, cuando todos ya se fueron, ella esperaba en el ascensor a su jefe.
Bajaron al sótano, nunca había estado ahí, era una sala de reuniones, casi todos sus compañeros estaban ahí, sentados esperando al jefe.
Cuando él llegó, inició la reunión y dio la bienvenida a Agatha, todos se presentaban, una mujer que ella apenas veía en las oficinas, porque era la jefa de planta y siempre la veía muy seria, se levantó y habló.
Agatha -le dijo-, soy Marcela, y antes de trabajar aquí, fui prostituta, no me da vergüenza decirlo, mi vida ha cambiado desde que José me ayudó a salir de mi situación, ahora estoy agradecida y puedes contar conmigo siempre, no estás sola.
Se levantó un hombre que siempre veía en información.
-Agatha, yo antes era drogadicto. Maltrataba a mi mujer, quería quitarme la vida cuando huyó de mi lado… he pasado 2 años en la penitenciaria, jamás me voy a perdonar todo el daño que le hice a ella y a mis hijos, pero me están ayudando, ahora trabajo, y aunque nunca los recupere, sé que están bien y eso me llena de alegría, conmigo también puedes contar, no estás sola.
Agatha sintió vergüenza por haber pensado que sus compañeros tenían una vida fácil. Agradeció y pidió la palabra, para poder relatar su caso…. Pasado un tiempo ya no lloraba, se sentía fuerte, se sentía acompañada, sentía que había liberado su alma de una carga muy pesada, que la oprimía, cuando terminó de hablar todos la abrazaron, se juntaron y se dieron un abrazo en grupo.
-Voy a hacer lo que debí hacer desde el primer día, voy a denunciar a ese hombre.
Todos aplaudieron, en la puerta del salón estaba alguien conocido para ella, mirándola con alegría por la decisión que había  tomado. Era José, que le sonreía suavemente, lo había llamado el jefe de Agatha, ella en cuanto lo vio se abrió paso entre sus compañeros y se acercó a José, cuando estuvo a su lado le pidió que la perdonase por un haberse decidido antes.
-No, Agatha mírame, nadie puede decirte que debes hacer, eres tú quien tenía que tomar esa decisión, yo no podía obligarte a nada.
Le dio un abrazo, que para ella fue de amistad y de cariño. Sentía que tenía mucho que agradecerle y a hora sabía perfectamente cómo hacerlo.
-Lo voy a denunciar, Susana no está sola, la voy a apoyar en todo, para que este hombre no vuelva hacer más daño a ninguna otra mujer.
No más...  repetía una y otra vez, no más… mientras  todos sus compañeros aplaudían.    


FIN